A catorce meses de arribar a la tercera década del siglo XXI, el presidente Mauricio Macri y su gobierno, preparan un nuevo ajuste a los sectores populares. Con el presupuesto del 2019, intentarán recortes en prestaciones de seguridad social, educación, salud, promoción y asistencia social, trabajo, vivienda y urbanismo.

Los planes de ajuste estructural no son una novedad por estas latitudes, pero es bueno hacer un poco de historia y recordar que desde que Friedrich von Hayek y Milton Friedman, allá por 1947, en los Alpes Suizos, crearon junto a una treintena de personalidades una secta, con el objetivo de derrumbar los argumentos de keynes y sentar las bases ideológicas para una reducción del aparato estatal, se vienen intentando efectivizar políticas que hoy giran hacia una nueva lógica del neoliberalismo.

Aquella logia conformada por industriales, banqueros y la fundación Rockefeller, vio un peligro en el avance del Estado de bienestar social y monto una operación cuyo fin, era convertir a una importante generación de intelectuales al credo del liberalismo pregonado por Adam Smith. Con esta iniciativa se promovieron en todo el mundo, instituciones que propagaron el liberalismo económico imponiendo a los gobiernos el cambio de las políticas que prepararon las bases de un capitalismo duro y de libre mercado, exento de toda regla y ética social.

En 1974, en medio de una crisis generalizada y una recesión mundial, Friedman aconsejaba; » hay sólo una manera de detener la inflación, reducir la oferta monetaria, reducir el gasto, hacer una política de shock». En 1979 Margaret Thatcher en Inglaterra se compromete públicamente a poner en práctica el programa neoliberal, en 1980 la sigue Ronald Reagan en Estados Unidos, y en 1982 Alemania Federal. Pronto Argentina, México y otros países adoptaron el modelo a mediados de los 80.

Con pequeñas discrepancias, los diferentes modelos siguieron al pie de la letra la receta para restringir la oferta monetaria, elevar las tasas de interés, abolir los controles a los flujos financieros (entrada y salida de deivisas), elevar fuertemente la tasa de desempleo (para aplastar huelgas se quita el poder a los sindicatos), imponer fuertes recortes al gasto público, e impulsar un amplio programa de privatizaciones.

Por supuesto que esto no tuvo otro resultado que la acumulación de ganancias por un lado, y la exclusión social con la globalización de la pobreza por el otro.

Tal vez, aquellos progenitores del neoliberalismo no se imaginaron que pese a las críticas hacia el Estado, fue este mismo quien rescato a los bancos internacionales en la crisis financiera del 2008, tampoco imaginaron seguramente, cuan volátil se podría transformar el capital con la incorporación de la informática y la digitalización.

Finanzas y tecnologías se fueron desarrollando para darle un nuevo impulso devastador a aquellas recetas liberales de Friedman, y conformar un combo que busca su punto máximo en el camino de flexibilizar el trabajo y desmantelar definitivamente al Estado.

Hoy, en Argentina, esto se ve claramente y mejor que nunca, un ajuste acompañado de la expoliación de la riqueza por la subida del dólar, la timba de las Lebac y ahora la usura de las Leliq, todo esto enmarcado en una fuga de capitales constante. Al mismo tiempo, la cúpula gerencial de gurúes pregona que la estructura del trabajo debe modernizarse, con las economías de plataforma, las franquicias y los contratos basuras que buscan la flexibilidad, el nomadismo y la espontaneidad para que “el país sea competitivo”.

Mark Fisher en su libro “Realismo Capitalista” plantea que la estrategia de la directiva corporativa mundial, “consiste en la descomposición de la colectividad en nuevas formas de atomización. La destrucción del mundo socialdemócrata basado en la organización fordista, donde se pregona el fin de la organización estable del empleo y los trabajadores se ven forzados a entrar en el juego de la competencia individualista, en el terreno ideológico que naturaliza dicha competencia, tratando de destruir la solidaridad que siempre proveían los sindicatos”.

Ante este panorama no se vislumbra en la arena política a nivel local e internacional, dirigencia política que pueda articular genuinamente con el descontento y el escepticismo social, y da la sensación de que todos, sin excepción, terminan haciendo lo “políticamente correcto”, moviéndose en el marco de la “gobernabilidad”, participando cada tanto en el mercado de la democracia procedimental, con proyectos personales, como diría García linera.

Pareciera que la promesa de un cambio real y profundo que revierta la tendencia de la pobreza en el mundo (cada día mueren 30 mil niños de hambre y 800 millones de personas padecen subalimentación crónica), se pierde en el horizonte de las utopías.

En el Libro citado anteriormente, Fisher, toma de Harvey un párrafo donde plantea; “el capitalismo liberal y su sistema político, el parlamentarismo, es un proyecto político para restablecer las condiciones de la acumulación de capital y restaurar el poder a las élites económicas”.

No es para perder las esperanzas, pero la cita del Indio Solari reformulando la frase de Marx, incorporada en su nuevo disco, en la canción El pequeño terrorista bonito, “lo viejo no termina de morir, y lo nuevo no acaba de nacer”, tal vez tenga justificación.

Fuentes:

https://stripteasedelpoder.com/2018/10/de-la-bomba-lebac-a-la-bomba-h-leliq-y-el-estallido-social/#.W891KVVKi1s

http://pajarorojo.com.ar/?p=40188

http://www.enorsai.com.ar/politica/25993-el-mega-ajuste-de-macri-que-plantea-el-presupuesto-para-el-2019.html

http://www.cajanegraeditora.com.ar/sites/default/files/extras/fragmento_Fisher_CajaNegra.pdf

Indio Solari: https://www.youtube.com/watch?v=Q9pJMfPEwNM