Por Nabih Yussef *

El reciente atentado terrorista cometido en la sede económica de los Estados Unidos -en la isla de Manhattan- abre el debate sobre las posibilidades reales o imaginarias de un ataque terrorista en Argentina. Pero ¿qué probabilidades existen de que algo de esa naturaleza pueda ocurrir en nuestro país?

Para el politólogo e investigador Matías Beccacece, las probabilidades son bajas, y cita a la Agencia Federal de Inteligencia (ex SIDE) cuando “desestima totalmente que Argentina sea blanco de ataques terroristas”.

También desde el Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos, Pablo Piacenza, analiza los recursos económicos con que cuenta el terrorismo. Para el investigador, el terrorismo está íntimamente relacionado con el delito, que va desde la evasión fiscal, el secuestro, los asaltos bancarios y la compra-venta de obras de arte. Desentrañar sus fuentes de recursos económicos y el lavado de sus activos, es una tarea que no puede hacerlo -ni siquiera- una potencia estatal en solitario.

Piacenza pone el acento en el autodenominado “Ejército Islámico” o ISIS (por sus siglas en inglés). Organización al cual le habría “jurado lealtad”, Sayfullo Saipov, el uzbeko señalado como autor material de la muerte de al menos ocho personas en el reciente atentado en Nueva York. El académico subraya la necesidad de “mayor cooperación entre los países occidentales” (del norte), e incluso “mayor cooperación público-privada”, para lograr desarticular sus guaridas bancarias y “estrangular” la expansión de estas células.

Para la licenciada en Relaciones Internacionales Victoria Mantaras, para hablar de terrorismo en la región, hay que hablar de Colombia y no así de Argentina. “El caso de Colombia es emblemático” señala Mantaras. No obstante, advierte que el proceso de “conversión” de las FARC en partido político, podría llegar a liberar a la región de este tipo de peligro global. En otras palabras, Argentina como parte inexorable de la región, podría estar aún más lejos de un ataque terrorista si se terminaran definitivamente los focos de esta estirpe en el subcontinente americano.

Los objetivos terroristas parecen señalar a los países desarrollados como blanco de los ataques, principalmente a los aliados de la OTAN. La invasión a Irak, la política frente al conflicto árabe-palestino, la neutralización de Siria y Afganistán, entre otros, parecen indicar a Europa y Norteamérica como las principales regiones en alerta roja. El odio y el resentimiento que provocaron las políticas militares de las potencias occidentales, perfeccionaron y agudizaron las tácticas de combates de los grupos extremistas islámicos.

Si a las políticas militares se les combina una política de “puertas cerradas” a los países de base musulmana, el caldo de cultivo toma dimensiones desproporcionadas. Sin embargo, las restricciones migratorias parecen no ser la “solución mágica” al problema del terrorismo. No es la primera vez que un migrante legal de Uzbekistán con simpatías hacia el ISIS, efectúa un atentado terrorista en solitario. Ya en abril de 2017, en Suecia, un trabajador uzbeko había efectuado un asesinato terrorista que dejó a cuatro personas muertas en la capital de Estocolmo. Casi como réplica fatal, un nacional del mismo Estado y “con papeles” habría cometido un atentado de similares características en Nueva York. Esto abre interrogantes sobre la eficacia de las restricciones migratorias como políticas defensivas frente a los ataques terroristas.

Financiando al terror

El sistema capitalista ofrece desde sus laberintos financieros, la oportunidad que el terrorismo pueda lavar activos y financiar sus operaciones delictivas. “Estados Unidos no colabora”, señala Piacenza, “Cuando la OCDE quiso que los países compartan información sobre cuentas [bancarias] sospechosas, Estados Unidos se retrajo” porque prioriza los dividendos económicos que atrae sus jurisdicciones no cooperantes al interior del país.

La falta de radares financieros para controlar la triangulación de dividendos bancarios, brinda el escenario locuaz para que los elementos terroristas amplíen sus horizontes de combate.

Mientras el rédito económico de la liberalización de los flujos de capital, sea mayor a los costos civiles cometidos por los grupos terroristas, la cooperación internacional y la persecución de los delitos financieros en los países centrales tendrán menor intensidad que la prevención y desarticulación del terrorismo global. En otras palabras, mientras el foco continúe en la política migratoria y no en la política financiera, el terrorismo aún mantendrá vigor para seguir siendo tapa de los principales medios internacionales. “La clave está en el  GAFI y en crear nuevos procesos de investigación y ataque a los grupos terroristas” concluye Beccacece.

 

*Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org