Todavía puede verse en algún comercio barrial la conocida frase escrita a mano alzada: “Hoy no se fía, mañana sí”, que hace referencia a un favor que nunca llega para con la clientela más necesitada. El gobierno nacional ha colgado su propio cartel al afirmar que habrá que seguir esperando para empezar a sentir los síntomas de una recuperación económica que permita mejorar el nivel de vida de la mayoría de los argentinos.

Esto confirma las advertencias que se vienen realizando desde el comienzo de la nueva gestión macrista respecto a las debilidades del modelo económico actual a la hora de generar y distribuir la riqueza de manera equitativa, lo cual implicaría una lógica política muy distinta a la desplegada por el gobierno de Cambiemos.

El objetivo de “unir a los argentinos” sobre el que insiste el presidente Mauricio Macri, no se corresponde con las políticas económicas implementadas hasta el momento. Aunque a algunos no les guste utilizar la palabra “sacrificio”, lo cierto es que un sector mayoritario de la población los está haciendo para adaptarse a un contexto inflacionario, con menor actividad económica y pérdida del poder adquisitivo; lo hacen cambiando hábitos de consumo, bajando la calidad y cantidad de los productos que adquieren, resignando la compra de bienes de segunda necesidad, cancelando planes de turismo, dilatando tratamientos médicos, etc.

Tal como se preveía, el auge de la renta financiera, la caída de la actividad y el aumento de los costos, están generando una pérdida de empleo que va modificando las perspectivas de trabajo e ingreso de la población (principalmente asalariada). El temor a perder el trabajo tiene un impacto considerable en el nivel agregado de consumo e inversión.

Mientras que se observa el cierre de establecimientos comerciales, talleres y PyMEs orientadas al mercado interno, el sector financiero, el agro y los insumos vinculados al campo, están experimentando un crecimiento en las ventas con muy buenas expectativas de negocios en el corto plazo. De hecho, en la última Agroactiva, realizada a principios de Junio, en Monge, Santa Fe, se podía apreciar un movimiento inusitado: la dinámica de la actividad agrícola tradicional de la zona núcleo, está impulsando la recuperación de las actividades conexas.

Pero es sabido que nadie se salva solo. La buena perspectiva de un sector tan importante de la economía argentina se contrapone con lo que pasa a tan sólo unos kilómetros de ahí, donde se vive una realidad totalmente distinta: cierre de establecimientos, suspensiones y caída estrepitosa de las ventas y pobres expectativas hacia el futuro.

Esto refleja que cuando se habla de esfuerzos o sacrificios para crecer, no se habla de una tarea igualmente compartida por el conjunto de los argentinos, mucho menos, de un reparto progresivo de lo que hay que aportar para hacerlo.

Por cierto, la propuesta macrista de beneficiar a los sectores más pudientes de la sociedad en detrimento de los más pobres, no es una falla más producto de la metodología de “prueba y error” que el propio gobierno ha reconocido aplicar, sino que es el resultado de una decisión política firme y fuertemente defendida por un sector minoritario y poderoso que cubre el conflicto de intereses en el que se ubican los funcionarios al promoverlas, afectando sensiblemente la vida de miles de argentinos.

El fundamento de lo que hace el gobierno (a pesar de que no se observan adherentes preocupados por explicar nada) es la ya conocida y probada teoría del derrame, que ya fracasó como alternativa de paz y equilibrio social, aunque hay que reconocer que resultó efectiva y muy útil para que algunos pocos se hicieran aún más ricos, cargando al Estado con los excesos de la fiesta. Esta teoría se vuelve a esgrimir como fundamento de la idea de que “hay que esperar que se acomode la economía” para empezar a sentir los efectos positivos del nuevo rumbo. Nuevamente, los que tienen que esperar no son todos los argentinos, sino los que están fuera de la copa.

Desde esta perspectiva, resulta difícil aceptar que, como dijera el Jefe de Gabinete de Ministros, Jorge Peña, “estamos tratando de salir juntos de una situación complicada”. Primeramente, porque los esfuerzos no son compartidos de acuerdo a la capacidad que cada uno tiene para hacerlo (lo que sería realmente equitativo); en segundo lugar, porque muchos argentinos, no sólo no están “saliendo” de la crisis, sino que ya están quedando afuera de toda posibilidad de reincorporarse al mercado laboral.

Es conocido el terrible efecto que produce en las personas y las familias el retroceso en el nivel de vida, la falta de recursos para sostener los servicios de salud, la educación y los consumos básicos. Decirles a los argentinos que hay que seguir esperando para empezar a sentir una mejoría, está muy lejos del objetivo de unidad, porque mientras tanto, algunos acumulan los beneficios extraordinarios generados a partir del nuevo gobierno.