Por Fabrizio Turturici

El histórico sindicalista ferroviario y dirigente de la izquierda socialista Rubén Darío “Pollo” Sobrero denunció con dureza en entrevista exclusiva de Conclusión que “Cristina y Macri llevan adelante el mismo modelo de concentración de la riqueza y corrupción que estimulan la desigualdad y exclusión social”.

Sobrero, gremialista de melena rubia y aire combativo, explicó que los partidos funcionan como una mera fachada cuando en realidad “el sistema político tironea siempre para el mismo lado, en favor de pocos y en perjuicio de muchos”. En suma, cargó contra el sindicalismo peronista al que consideró “cómplice del ajuste de todos los gobiernos”.

Como parte ingénita de su discurso, el mundo de la izquierda y las respectivas críticas hacia el modelo capitalista se entremezclan constantemente en las respuestas de Sobrero, para quien “en política no hay grises: es blanco o negro: se gobierna para las clases populares o para un pequeño núcleo”.

Rubén Darío, sin la suavidad literaria del homónimo poeta nicaragüense pero sí con similar potencia retórica, declaró que este modelo no puede desembocar sino en la “barbarie”, pues “tenemos potencial para alimentar a 400 millones de personas, mientras existen dos millones de argentinos con problemas de desnutrición”.

—La clase política tiene una deuda enorme en materia de su relación con el empresariado. Tanto el anterior gobierno como éste…

—Es que no es la clase política solamente, es el sistema. Un sistema que se basa en desigualdades sociales y corrupción. Queda reflejado en los pases de los funcionarios de un partido a otro: da lo mismo estar con Menem, con Cristina, con Massa o con Macri. Está claro que todos gobiernan para el mismo lado. Si el macrismo no tendría el aporte del PJ oficialista, no podría gobernar, porque no tiene los cuadros políticos suficientes.

—¿Entonces los partidos funcionan como una mera fachada, cuando en realidad el sistema político tironea siempre para el mismo lado?

—Absolutamente. Está claro, no lo ve el que no lo quiere ver. Por eso el gran desafío que tiene la izquierda en este país. La pregunta es si va a seguir siendo infantil o va a comprender que llegamos a una crisis límite que no tiene marcha atrás. Debemos mostrar una alternativa real para la clase trabajadora. Si no entendemos eso, seremos funcionales al sistema político que reina en el país.

—El FIT hizo fuertes críticas al sindicalismo actual, particularmente a la conducción de la CGT.

—Al decir que ésta es la peor CGT de la historia no decimos nada nuevo. Al decir que la burocracia sindical es una losa para el movimiento obrero y que siempre han traicionado a la clase, no decimos nada nuevo. El problema es qué hacemos nosotros: hay que entender que todavía somos un sector minoritario dentro del sindicalismo, aunque ganamos algunos gremios, y eso mucho tiene que ver con nuestras peleas y divisiones. El movimiento obrero todavía es peronista y nosotros tenemos que encontrar una alternativa superadora, capaz de cambiar el sindicalismo tradicional. El FIT tiene que dejar de ser un mero frente electoral para convertirse en un verdadero movimiento sin divisiones, unido, reforzado. El acto en Atlanta demostró eso.

—¿Cuál es el mayor déficit del actual sindicalismo que critica?

—El gran problema del sindicalismo argentino es que se ha convertido en la correa de trasmisión del sistema. Por ende, avalan todas las políticas gubernamentales. Por ejemplo: en el sur, (Guillermo) Pereyra, secretario de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, elaboró un convenio flexibilizado a medida de lo que pidió Macri, sin consultar a los trabajadores. Entonces, cuando se gobierna solamente para los empresarios y tenés un gremialismo que acompaña esas políticas, estamos en un problema. Nosotros le parábamos al gobierno anterior por impuesto a las Ganancias, que estaba bien porque nos estaban robando. Ahora, con lo que está haciendo este gobierno, habría que haberle hecho ya diez paros nacionales. ¿Por qué no se hacen? Porque son cómplices de este ajuste.

—Estamos en diciembre, un mes complicado, ¿piensa que la situación social se mantendrá a raya?

—El gobierno piensa que va a zafar de diciembre por el hecho de haber repartido 30 millones a los beneficiarios de los planes sociales.  Y probablemente sea cierto. Pero yo no quiero que me den un plan, quiero que me den trabajo. ¿Este gobierno no le reprochaba al gobierno anterior que el déficit fiscal era por los planes y que había que dar laburo de calidad? ¿Macri no está haciendo lo mismo que Cristina? Desde el año 76 para acá, nunca pudimos bajar la pobreza estructural del 30% de la población. Gobernaron los militares, los radicales, los peronistas, los kirchneristas y el PRO. ¿Nadie se hace cargo? ¿Nadie se hace cargo que la desigualdad social ha crecido muchísimo en Argentina? Para dar un ejemplo, en Misiones, el 80% de las tierras está en manos de quince familias. No se puede sostener un país así. Mucho menos cuando tenemos potencial para darle de comer a 400 millones de personas, mientras existen dos millones de argentinos con problemas de desnutrición.

—¿Cuál es la propuesta del FIT para solucionar estos problemas?

—Si no cambiamos el sistema político, avanzando hacia un gobierno socialista, no podremos salir adelante. El cristinismo queda expuesto: vos podés hablar de progresismo, matrimonio igualitario, bajar un cuadro y demás fulbito para la tribuna, pero si los que manejan la torta siguen siendo los más beneficiados, se te cae el relato. El gobierno progresista, “nacional y popular”, fue el gobierno que más pagó de deuda externa: 900 mil millones de dólares. Los banqueros del kirchnerismo fueron los que más ganaron; hubo empresarios que se la llevaron en pala; ¡y encima te vienen a hablar de revolución! A ellos lo único que les importaba eran los negocios.

—¿Fue una mentira, por ejemplo, la redistribución de la riqueza?

—¿Qué distribución hubo de la riqueza? Lo único que hubo fue un mayor nivel de consumo. La pobreza estructural del país con Cristina nunca bajó del 30% y se ve claramente en el interior del país. Repito: los empresarios fueron los que más ganaron. Está bien, para los pibes que no entienden nada de política, fulbito para la tribuna. Pero la realidad se cae de maduro.

—¿Y el modelo de este gobierno cuál es?

—Profundizar el modelo del kirchnerismo. En política no hay grises, es blanco o negro. Nosotros estamos presenciando un sistema capitalista a nivel mundial que está en crisis, mientras acaba de morir Fidel Castro. Lo que hizo quedará escrito en la historia eternamente. Yo tuve muchas diferencias y críticas con Fidel, hubo cosas que hicieron mal. Más allá de que hay que cambiar cosas del sistema castrista, porque yo no lo comparto, pero los índices sociales demuestran una buena orientación hacia dónde gobernar. Volviendo a lo que decía que no hay grises: se gobierna para las clases populares o para un pequeño núcleo. Hasta ahora, Cristina, Néstor, Menem, los militares y Alfonsín, gobernaron para esa clase reducida. Y si caía alguna gota del “famoso derrame”, buena suerte.

—¿No cree que los grandes fracasos socialistas del siglo pasado, sobre todo desde el punto de vista de los derechos humanos, fortalecieron al sistema capitalista que reina estos días?

—Obvio. Hay que hacer autocrítica y reconocer que gran parte de responsabilidad es nuestra. Pero eso no significa que no sirva lo que estamos planteando: el problema fue de los hombres incapaces que llevaron adelante esas ideas. Es decir, no la idea sino los personajes. En la Unión Soviética apareció el estalinismo, que destruyó un modelo que avanzaba. Es muy difícil cuando hay países que quieren ser socialistas en un mundo donde la economía es manejada por el capitalismo, que no te deja avanzar.

—¿En qué puede desembocar este modelo donde el uno por ciento de la población concentra mayor riqueza que el noventa y nueve restante? 

—En la barbarie. Hoy estamos viviendo cosas impensadas que no creíamos hace un tiempo atrás. Por ejemplo, que un tipo vaya y explote un aeropuerto. El gran debate en Argentina pasa por el deseo de que vengan capitales extranjeros a invertir en el país, cuando la realidad es que no necesitamos eso. Hay argentinos que tienen ahorros afuera por una suma aproximadamente de 450 mil millones de dólares. Lo que hay que lograr es que la pongan a producir acá. Necesitamos también una reforma agraria: si producimos para alimentar toda África y Asia, entonces utilicémosla para mejorar la calidad de vida de toda una población mundial que hoy pasa hambre. ¿Para qué queremos que venga la Barrick Gold, a envenenar nuestros ríos, si este país tiene potencial suficiente? Ahora, si queremos seguir mirando para un costado, evitando la discusión política que nos merecemos, todo seguirá igual…