por Aldo Battisacco

El desarrollo industrial estadounidense tuvo su revolución en la primera mitad del siglo XIX, cuando la producción industrial sustituyó a las manufacturas.

A fines del siglo XIX, la aceleración de la industrialización se constituyó en el factor más preponderante de la historia económica de los Estados Unidos (E.U.A).

Una marcada característica de la época, fue el crecimiento económico de las empresas, que dio lugar a la gestación de las primeras grandes sociedades, la aparición de mercados monopólicos y también mercados en los que unas pocas empresa se lo repartían todo, dando lugar al nacimiento de los oligopólios.

La situación geográfica de los E.U.A jugo a favor de sus progresos industriales. Las extensas costas de su litoral marítimo ofrecían ventajas para el desarrollo del comercio y la navegación.

También sus recursos minerales eran enormes y diversos. Existían yacimientos de carbón, de petróleo, de hierro, de cobre, de plomo, de zinc, de fosfato, de sal, de piedra, de arcilla y de azufre. Materias primas con las que se diseño un mundo nuevo al conocido hasta entonces.

Además, gran cantidad de inventos técnicos de origen europeo eran ingleses, alemanes y rusos, que fueron aprovechados en ese país. Sumado esto a la amplia utilización de capitales extranjeros.

Entre 1850 y 1880, la inmigración a E.U.A fue constante. En esos treinta años llegaron a ese país 7.500.000 personas y si se toman los 20 años restantes hasta finalizar el siglo XIX la cifra ascendió a más de 14 millones de inmigrantes. Esta masa de mano de obra extranjera, que provenía de todo el mundo fue uno de los factores de relevancia para el montaje de su industria.

El final de la guerra civil (1861-1865) influyó determinantemente en el desarrollo industrial. Esta disputa por el modelo de país permitió al norte industrialista imponerse sobre el sur productor de materias primas y funcional a las metrópolis imperiales europeas (lo contrario a lo que sucedió en nuestro país). Esto generó un fuerte impulso a la industria, ocasionando una gran demanda de numerosas mercancías y con ello un alza vertical de los precios.

La explotación en los establecimientos fabriles comenzó a disponer de los negros, lo que expandió a su vez el mercado interno y permitió ensanchar la diversidad de materias primas aplicadas a la industria. posibilitando el crecimiento del capitalismo en el campo, dando lugar al génesis de las condiciones agrarias para el auge fabril.

Todos estos factores determinaron que los Estados Unidos asumieran características marcadamente proteccionistas. Así, la tarifa proteccionista creada en 1864 se mantuvo inalterable por veinte años.

Cabe señalar que en 1750 Inglaterra inició un avance sostenido en la producción de bienes gracias a los avances tecnológicos alcanzados en el marco de la naciente Revolución Industrial y países como Estados Unidos se negaron a permitir la entrada de mercaderías extranjeras libres del pago de aranceles (impuestos), a la vez que se oponían al discurso inglés que defendía el llamado libre comercio.

Tanto fue así, que Ulysses Grant, presidente norteamericano durante el período 1869-1877, reconoció en un discurso en su visita a Lóndres que E.U.A. estaba por debajo del desarrollo industrial alcanzado por Gran Bretaña y por eso se oponía a las presiones que esta ejercía para que sus mercaderías inundaran el mercado norteamericano.

En un tramo de ese discurso, Grant, sentenció: «“Dentro de 200 años, cuando América haya obtenido del proteccionismo todo lo que éste pueda ofrecer, también adoptará el libre comercio”». Visto los acontecimientos, el mundo se enteró de esta sentencia mucho antes.

Luego de la derrota de los esclavistas, la transferencia de riquezas de los territorios de los estados derrotados favoreció a la industria y a los ferrocarriles. Tanto fue así, que la cantidad de tierras obtenidas por las compañías ferroviarias poseían un valor de 335 millones y subvenciones por 707 millones de dólares.

Entre las máximas expresiones del auge industrial estadounidense, la que capitalizó más éxito fue la construcción de ferrocarriles. En 1900, los Estados Unidos habían concluido una red ferroviaria con más de 300.000 kilómetros de vías.

Estos antecedentes llevaron a los Estados Unidos de fines del siglo XIX, a una situación similar a las de Alemania y Rusia en el aprovechamiento de las ventajas de la nuevas construcciones. La importancia decisiva eran las ramas de la industria pesada, que incluían petróleo, química, construcción de maquinaria, etc.

Por ese entonces, fue notoria la activa influencia de la especialización de las empresas y de los obreros, que adquirió proporciones impensadas en otros países, generando índices de concentración que permitió a los E.U.A adelantarse a Inglaterra, Francia y Alemania, cediendo este posicionamiento tan sólo ante Rusia.

Desde la guerra de secesión , el peso específico de los Estados Unidos en la producción industrial del mundo experimentó un alza más que vertiginosa. En 1860 equivalía al 15 por 100, ocupando el cuarto lugar, en 1896-1900, llegó a alcanzar el 30 por 100, ocupando el primer puesto.

No se debe descartar, que este auge industrial de los Estados Unidos se basó, en los recursos económicos de otros países. Al comenzar la primera guerra mundial, los valores estadounidense en manos extranjeras ascendían a una cifra que oscilaba entre los 5.000 y los 7.500 millones de dólares, en su mayor parte ingleses.

Claro que todo esto no fue por un milagro, sino que respondió a un sistema de explotación de los trabajadores implantado en la industria que tuvo proporciones tan significantes para los fabricantes que superó a las minas de oro en California. Nunca este grado de expoliación de los trabajadores llegó a tan alto grado como en los Estados Unidos. Lo atestigua el incremento de la productividad por la intensidad del trabajo, de tres a cinco veces superior al de los restantes países de ese período que transitaban la revolución industrial.

Estados Unidos ya había creado su Departamento de Estado, la integración territorial estaba concluida y se aprestaban sus burguesias a ser tan fuertes como pudieran en las confrontaciones por la disputa de la renta interna y la riqueza mundial, claro que para ello era indispensable tener un movimiento obrero debilitado y controlado. Que no fuera capaz de alterar su pax interna. Un sindicalismo débil.

No por casualidad la solución para adocenar cualquier rebeldía de las masas asalariadas y organizadas, tuvo su respuesta en los crímenes de los mártires de Chicago, y décadas después con Sacco y Vanzetti.

El amañado proceso judicial llevado a cabo en Chicago se propuso escarmentar al movimiento obrero norteamericano y desalentar la organización del movimiento de masas que pugnaba por la reivindicación de la jornada de ocho horas de trabajo.

Los trágicos hechos ocurridos en Chicago en 1886 -la huelga del 1º de Mayo, la protesta de los trabajdores y el procesamiento fraudulento a los dirigentes y militantes anarquistas, serían considerados años después, por el movimiento obrero internacional que adoptó como el Día de los Trabajadores, el 1º de Mayo.

Este escarmiento no sólo tuvo como objetivo al sindicalismo. Sino también a los inmigrantes. De los ocho dirigentes anarquistas apresados, sólo dos eran norteamericanos y el resto se trataba de extranjeros.

Sus nombres: Michael Schwab, Louis Lingg, Adolph Fischer, Samuel Fielden, Albert R. Parsons, Hessois Auguste Spies, Oscar Neebe y George Engel.

En Boston y en otras ciudades de la Unión se creó una corriente adversa contra los trabajadores inmigrantes que reclamaban por sus derechos laborales y sociales junto a los de origen norteamericano.

Es evidente que el Proceso de Chicago contra los ocho sindicalistas anarquistas produjo una sentencia dónde primó el principio de la ‘razón de Estado’ y así lo hicieron saber. No era una metáfora. No importó la legalidad en un proceso «judicial» que de antemano se lo construyó fraudulento.

Todo este proceso fue decisivo para disciplinar a las fuerzas productivas y tranquilizar a los sectores de poder interno que pensaban un intervencionismo de ese país a escala internacional.

Las guerras inter imperiales por la ocupación del continente africano, el afianzamiento de Inglaterra en China por medio de la guerra del opio, y otros países asiáticos, la disputa de los territorios y mercados de latinoamérica, y las inestabilidad en los países del golfo pérsico por medio de una solapada intervención de las potencias europeas en disputa por el petróleo, configuraron un mapa de conflictos que se intentaron zanjar con la primera guerra mundial.

Incluso, no faltaron presidentes como William Taft (1909-1913)que afirmó: «“No está lejano el día en que tres banderas de estrellas y barras señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho, como en virtud de nuestra superioridad de raza ya es nuestro moralmente».”

En este diseño expansionista, con fines de apoderarse de la materia prima en distintos puntos del mundo, y a pesar de ser un país continental, logro instalar un icono que expresó a sus fuerzas armadas,  el «marine» y no la caballería, es decir, el soldado de las distintas flotas que conocieron y padecieron distintos países del mundo.

Un país continental que se pensó a si mismo como una isla. Que dio lugar a una ola de intervenciones que marcaron a fuego a pueblos de nuestro continente.  No es casual, pero seguro esto será motivo de análisis en otra oportunidad.

 

(*) Epígrafe de daguerrotipo: 

«En esas fábricas se emplean niños de tiernas edades: muchos de ellos, que estaban acogidos en las workhouses de Londres y de Westminster, sontrasladados en masa, para hacer el aprendizaje, a industrias situadas a centenares de millas de distancia; en ellas prestan sus servicios ignorados, indefensos y olvidados por aquellas personas a las que la naturaleza o las leyes habían confiado su custodia. Por lo general estos niños están obligados a trabajar demasiado tiempo en ambientes cerrados, con frecuencia durante toda la noche: el aire que respiran está envenenado por el aceite o por otras utilizadas por las máquinas y nadie se preocupa de sus condiciones higiénicas, al tiempo que los constantes traslados de una atmósfera caliente y densa a otra fría y enrarecida son causa de enfermedades e invalideces, y concretamente de esa fiebre epidémica tan común en esas fábricas. Nos preguntamos si el modo en que estos niños son empleados durante sus primeros años de vida no va en detrimento de la sociedad».
John Alkln. A description Of the country from thirty to forly miles round Manchester. Londres. 1795