Por Facundo Díaz D’Alessandro

Pasados casi exactamente dos años desde su asunción y tras una dura derrota electoral que lo hizo caer en la realidad (o al menos lo provocó), el presidente Alberto Fernández anunció, apenas consumado ese traspié en las urnas, que enviaría al Congreso un “plan plurianual”.

La deriva económica no es nueva en el país, pero lastima de sobremanera la figura presidencial, ya que se trata de un gobierno que asumió con el mandato directo de sacar al país de la postración recesiva. Con la mitad del período de 4 años transcurrido, el balance, como diría un ex vicepresidente (y admite la actual) es no positivo.

Si bien es cierto que en 2021 se registra una recuperación en términos industriales y productivos, y es probable que el Producto Bruto Interno (PBI) crezca en torno al 10% este año, sería ingenuo quedarse solo con esos brotes verdes de la economía e ilusionarse de cara a 2022.

Esa recuperación, además de ser dispar dependiendo el sector que se analice, avanza sobre la capacidad ociosa industrial pero rápidamente se topa con el techo de cristal irrompible: la falta de divisas para insumos y/o bienes de capital que permitirían ampliar la base productiva.

Además, con un 50% de inflación anual promedio y el temor de la que se proyecta para 2022, la brecha cambiara entre el dólar oficial y el paralelo (usualmente llamado “blue”) llegó al 100% y también amenaza con empeorar el cuadro, todo en medio de una durísima negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que precisamente fiscaliza más que al detalle las variables mencionadas.

“De forma concreta, para señalar con solvencia un programa económico que permita un curso distinto hay que hablar estrictamente del relacionamiento de Argentina con el resto del mundo, cómo se va a parar. Políticamente, pero como estamos hablando de economía, comercial y financieramente, esta es la discusión que hay que dar. Los problemas de Argentina surgen principalmente de esa definición: ¿cómo nos relacionamos con el mundo?”, sintetizó, consultado por Conclusión, el economista Esteban Guida.

El también titular de la Fundación Pueblos del Sur sostuvo que se trata de una disyuntiva “tan profunda que tiene que ver con el origen problemas económicos, 200 años o más”.

Y se explayó: “Si se quiere, esa ‘grieta’ de la que se habla tiene su anclaje económico, ¿somos una colonia económica dependiente de un centro de poder global -que hoy es financiero y no tiene anclaje en ningún sitio particular-, o intentamos (porque hoy estamos bien lejos) ser un país con pretensiones de desarrollo autónomo industrial y agregar valor. Autónomo no quiere decir aislado del mundo, esa es una falsa dicotomía. Los que dicen querer ‘estar en el mundo’ se refieren al primer modelo. Esto es lo que hay que discutir”.

La hora de la verdad

Pasadas las elecciones legislativas, pasaron otras tres semanas y el Gobierno, si bien da señales de avanzar en un acuerdo con el FMI para reestructurar el pago de la deuda por el crédito otorgado al país en 2018, cuyos vencimientos más próximos (sobre todo el de marzo de 2022, en torno a los 19 mil millones de dólares), resultan impagables, no parece advenirse un golpe de timón que revierta expectativas y realidades, acuciantes en el día a día.

“Si te presto cien pesos te vas corriendo y consumís para que la inflación no te consuma el valor, si te doy cien dólares, seguramente lo guardas. Son dólares que no traccionan a la economía. ¿Cuándo compras y atesoras? Cuando tenés miedo al futuro, comprás y va al colchón; hay que generar una expectativa positiva para que sea más negocio sacarlos y volcarlos a la economía que guardarlos. Esto condiciona mucho a la economía, si la mayoría quiere guardar (dólares) y no sacarlos a consumir, invertir, desarrollar un país; en una economía en la que ganamos en pesos, pero pensamos en dólares, eso es demoledor para el consumo de la gente. Por eso tenés cinco años consecutivos donde los precios le ganan al salario. Salir de una crisis en esa ecuación es difícil”, matizó, en diálogo con Conclusión, el analista Alejandro Bonalumi.

Periodista especializado en temas económicos y conocedor del clima agro, mencionó como “ejemplo más claro” al “campo”.

“Como productor tengo insumos que valúan a tipo oficial pero cuando voy a vender dicen que me pagan el oficial menos retención. En Brasil, 450 dólares logran, más o menos, por la producción del que vende grano. En Argentina te da 160. Competitivamente es complicado, por eso hay que normalizar esa situación de una brecha tan alta. No es fácil, no se hace con una medida o una declaración, no es de un mes para otro, hay que llevar un proceso que acumula muchas cosas”, amplió.

En ese sentido, Bonalumi coincidió de fondo con Guida respecto a la falta de primordial de un rumbo. “Un plan económico, saber dónde vamos, si a Siberia o a Disney, tengo que saber para ver si me quiero subir y la ropa que me llevo.  Y después discutimos. Hoy no tenemos claro el rumbo. Si es necesario acordar con el FMI, presentar un plan, quizás un acuerdo económico-social para dar certidumbre y lograr bajar precios. Pero si no lográs eso, todo lo demás va a ser en vano”, dijo.

A su turno, Guida consideró que “más que con los destinos tiene que ver con lo que producimos y para quién”.

“Esta definición, qué produzco, para quién y en qué cantidad, parece ser que no está en la cabeza de nadie, es algo tan básico y central que todos lo pasan por arriba. Cuando apurás un poco con qué hay que hacer la mayoría (NdR: de sus pares) van a los clichés: bajar gasto público, la inflación, como si uno apretara un botón y pasan. Tienen que ver con la estructura económica argentina, sectores que producen riqueza, con quienes consumen y con las necesidades de un país. Cuando disociamos lo que somos del ordenamiento económico, se producen las crisis y las tensiones, y el sistema de precios es el resultado de esa puja”, clarificó el economista.

El optimismo histórico

“Por más que quieran solucionar los problemas, hay que solucionar la sintomatología. Ahí también nuestra historia tiene claros ejemplos de esto, no quiere decir que haya que repetirla, pero si para entender. El plan trienal, sería ideal que lo puedan buscar, para que veamos el nivel de precisión en la definición política. Es un error creer que dictando un decreto desde una oficina de Buenos Aires se soluciona un problema. Los planes no son invenciones intelectuales de un gabinete económico; es trabajo, reunirse, discutir, comprometerse, hablar cara a cara, recorrer la Argentina, ver en qué provincia se puede apoyar a distintos sectores, es trabajar”, confió el también consultor y académico, mirando al futuro cercano y no tan cercano.

“Es totalmente factible intentarlo. Cuando eso se intenta hacer ocultando o haciendo ver sacrificios o resignaciones que en definitiva no lo son, o ‘llorando’ por una situación que en definitiva no lo es. Antecedente: el pacto social, era un momento de la década del 70 con alta convulsión política, violencia, puja distributiva; sin embargo, todos los sectores productivos y la gran mayoría de al arco político se sentaron y negociaron. Si ocurrió, puede volver a ocurrir. Está haciendo falta el telón de fondo, un encuadre general, una conducción completa que diga necesitamos esto, y siente a las partes. Eso no está presente y por eso los sectores van tirando de la cincha”, agregó respecto a las pujas sectoriales por el ‘reparto de una torta cada vez más chica’.

Respecto a la “reactivación” que se resalta desde el Gobierno y que redundaría en el crecimiento del 10% del PBI este año, el analista Bonalumi apuntó: “Hay reactivación, más que nada compensando lo que se perdió por la pandemia. Creo que Argentina tiene un futuro promisorio en cuanto a crecimiento económico, pero todavía no homogéneo, hay sectores muy bien, pero otros a los que todavía les cuesta despegar”.

Mirando a lo próximo, dijo creer que 2022 “va a ser de crecimiento y quizás empiecen a crecer sectores castigados (gastronómicos, turismo y hasta teatro), que pueden estar encima del promedio”. Igual advirtió: “Insisto, lo que hay que generar son exportaciones con valor agregado, generar puestos de trabajo e inversión en la economía real y no financiera, menos especulación. Podemos tener chances, depende del gobierno y sus medidas, y de la oposición, con apoyo y una propuesta superadora”.