Por Esteban Guida

En el marco de las elecciones presidenciales, los últimos resultados macroeconómicos siguen sin acompañar el relato del Gobierno. Los principales funcionarios hablan de una supuesta recuperación de la economía, que la actividad encontró piso y comenzó a rebotar. Sin embargo, la realidad es otra: el sector que más personas emplea acumuló en el primer semestre del año una caída de 9,4%.

Los malos resultados que trata de esconder u omitir el Gobierno se van convirtiendo en una olla a presión. A junio de 2019, la actividad industrial registró una caída del 6,9% con respecto a igual mes del año anterior y del 9,4% en el acumulado anual con respecto a igual periodo del 2018. En términos desestacionalizados, el sector se contrajo casi dos puntos porcentuales con respecto al pasado mes de mayo. Este último dato utilizó a su favor el Estado para hablar de brotes verdes y de reactivación; sin embargo, la realidad está lejos de sus observaciones.

Sin contar a Alimentos y bebidas y Refinación del petróleo que fueron los únicos sectores que presentaron una suba interanual (1,3% y 2,8%, respectivamente), ningún otro sector creció en últimos doce meses. De hecho, ningún sector creció en la primera mitad del año.

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El sector automotor encabezó la larga lista de contracciones con una caída de 29,1% con respecto a junio de 2018 y de 26,5% en la primera mitad del año. Este desplome, sin dudas, encuentra su origen en la política aperturista propiciada por el Estado, la devaluación y el mal manejo macroeconómico.

En la lista siguieron: Otros equipos, aparatos e instrumentos (-8,8% y -23,4%, respectivamente), Muebles y otras manufacturas (-15,3% y -18%), Productos de metal, maquinaria y equipos (-10,5% y -15,9%), Productos textiles, prendas de vestir, cuero y calzado (-13,4% y 14,2%), Sustancias y productos químicos (-10,5% y -5,1%), Productos minerales no metálicos (-8,2% y -9,2%), Productos de caucho y plástico (-6,2% y -11,5%) e Industrias metálicas básicas (-4,6% y -11,7%). A su vez, los demás bloques como: Alimentos y bebidas, Productos del tabaco, Madera, papel e impresiones, y Refinación de petróleo, también, cayeron pero en menor magnitud.

El desplome en el consumo interno, los altos costos de producción y las pocas posibilidades de financiamiento están ahogando a la industria y los números así lo demuestran. Las exportaciones tampoco repuntaron: desde hace tiempo se encuentran estancadas, ni un tipo de cambio más competitivo logró impulsarlas. En el primer semestre del año, las ventas al exterior de productos de origen industrial cayeron 6,5% con respecto al primer semestre del 2018.

Incluso, el combo de medidas paliativas que se largaron en los últimos meses y la cierta estabilidad cambiaria de junio-julio propiciada desde Nación no lograron estimular al consumo interno. Al igual que en 2017, estas medidas de carácter paliativo sólo tienen por objetivo lograr una cierta mejora en el periodo de campaña.

En mayo pasado, el bloque manufacturero sólo utilizó el 62% de su capacidad instalada. Este número es inferior al 65,1% registrado en igual mes del año anterior y denota cómo va expandiéndose la capacidad ociosa dando indicios de una desmembranza de la industria.

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Los datos no son alentadores a simple vista y menos aún si se exalta que este sector es uno de los que más trabajo emplea junto con el bloque comercial y el empresarial. La industria explicó alrededor del 20% del trabajo registrado en el sector privado. Trabajo que, mayoritariamente, es de calidad y no registra niveles significativos de informalidad. En lo que va de gestión y con este modelo neoliberal, solo en este sector se destruyeron 143.000 empleos.

Estos indicadores revelan que, a meses de completar su mandato, las políticas adoptadas por el gobierno de Mauricio Macri no han favorecido a la actividad privada en general, mucho manos a las industrias nacionales (sector que lleva cayendo catorce meses consecutivos) que son, en definitiva, el recurso genuino y directo para crear trabajo y generar valor agregado a gran escala.

Por tanto, resulta importante pensar qué tipo de país queremos construir; la hora de construir alternativas es ahora y, más allá de la elección de un presiente, depende de la participación de todos los sectores productivos y de una toma de conciencia verdaderamente nacional.