Por Esteban Guida*

El pasado 2 de septiembre se conmemoró en Argentina el Día de la Industria. Este año, el “festejo” no fue jolgorio; la industria argentina atraviesa un grave proceso de pauperización del que se salva sólo un puñado de empresas en sectores específicos.

Esto no es un sentimiento ni una sensación. Los últimos números publicados por el INDEC dan cuenta de ello: la productividad sigue en caída, la destrucción de puestos de trabajo no cesa y la utilización de la capacidad instalada está en mínimos históricos.

Este tipo de indicadores se observa en la mayoría de los bloques industriales, cuya dirigencia supo aplaudir la llegada del nuevo gobierno, a pesar de que venía con la impronta oligárquica de la argentina agroexportadora “que fabrica carne y granos, pero compra todo el resto”.

Esta administración terminará su gestión con una industria severamente afectada en todos sus aspectos y algunas consultoras privadas estiman que al finalizar el 2019 el nivel de producción será un 17% inferior al inicio de la gestión de Mauricio Macri, en diciembre de 2015. Particularmente, en términos de actividad, el Índice de Producción Industrial Manufacturero (IPI) registró, a julio de 2019, una caída interanual del 1,9% y una contracción acumulada del 8,4% con respecto a igual periodo del año anterior.

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De los nueve sectores industriales, tan solo dos registraron una variación interanual positiva: Otros equipos e instrumentos por 8,9% y Alimentos, bebidas y tabaco por 4,2%. De los demás bloques, el que más se contrajo fue el sector Automotriz (automotores y otros equipos de transporte): entre julio de 2018 y julio de 2019, la caída ascendió a 25,2%. De hecho, es uno de los sectores que mayor incidencia tuvo sobre la composición general del índice. A su vez, las industrias de Minerales no metálicos y Metálicos básicos cayeron, en conjunto, 4,5%. Lo siguió Textiles con -3,9%, Metal, maquinarias y equipos -3,7%, Maderas y papel -3%, Refinación de petróleo y Productos de Caucho y Plástico -3,9% y, por último, la industria de muebles que se mantuvo invariable.

En términos de capacidad instalada, en julio de este año, la industria sólo utilizó el 58,7% de sus recursos. Este resultado implicó una caída de casi 2 puntos con respecto al 60,1% registrado en julio de 2018. Al desagregar por sectores, se observó que el bloque automotriz apenas utilizó el 30% de su capacidad instalada.

En términos de empleo, los últimos datos publicados por la Secretaria de Trabajo de la Nación (ex Ministerio) evidenciaron que, entre junio de 2018 y junio de 2019, se destruyeron 67.000 puestos de trabajo privados del sector industrial. A su vez, se observó una tendencia creciente de la precarización laboral: aumento el trabajo en negro y suba en la contratación bajo régimen monotributista, entre otros.

Es importante, señalar que estos resultados son previos al shock devaluatorio sufrido después de las elecciones PASO del mes de agosto pasado, cuyos efectos sobre la economía real se sentirán con rigor en los informes venideros. El aumento de los costos, las altas tasas de interés y la fuerte contracción del consumo afectarán gravemente la evolución de la actividad industrial que ya viene vapuleada al tranco de la caída en la actividad económica.

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Vale destacar que el fenómeno de crisis en la industria se viene registrando desde mediados de 2011; entre 2011 y 2015 el sector se encontró mayormente estancado, producto de una falta de estrategia de crecimiento consistente que le permitiera enfrentar un mercado internacional en transformación y permanente guerra comercial. Sin embargo, desde 2015, con el modelo económico adoptado por Cambiemos la situación cambió para peor, porque no sólo no hubo una política consistente para el sector, sino que las medidas adoptadas perjudicaron seriamente el conjunto de la industria, que aceleró su caída con cierre de establecimientos, desinversión y destrucción de capital.

De hecho, a pesar de ser uno de los sectores que más valor agregado aporta al país y más empleo de calidad generada, fue una de las ramas más perjudicadas por las políticas macroeconómicos desplegadas por Cambiemos, lo que indica que no fue un error de cálculo, sino una clara decisión política.

La industria es un sector clave para el entramado económico de cualquier país, por tanto, la política industrial debe tener un rol protagónico vinculado, no sólo con el desarrollo del mercado interno, sino también con una estrategia de inserción comercial adaptada al contexto actual y enfocada en lograr un creciente y autónomo nivel de desarrollo nacional en armonía con nuestros socios políticos y económicos regionales.

Ni la industria, ni la política económica para el sector deben ser minimizadas como lo fueron estos últimos cuatro años. De hecho, quien obtenga el triunfo de las elecciones generales del próximo octubre debería poner menos foco a las fotos de gala y preocuparse por levantar las persianas bajas.

*Fundación Pueblos del Sur