Entrevista: Facundo Díaz D’Alessandro.

 

Más allá de todos los debates que se consideren “urgentes” en Argentina, la economía es y será lo más determinante, lo que define el presente y facilita el futuro.

El Frente de Todos llegó al poder con el mandato de sacar al país de la recesión, tras el estrepitoso fracaso en el manejo de las cuentas públicas y la macroeconomía por parte de Cambiemos durante la gestión de Mauricio Macri.

Casi un año después, la mayoría de los indicadores más importantes no han mejorado, sino que  –pandemia mediante, es cierto- han empeorado, o bien se han mantenido en el nivel calamitoso que arrastraban.

Las negociaciones para alivianar el peso de los vencimientos de deuda externa heradados, que ensombrecen los próximos años (en el muy corto plazo en el caso del FMI), fue la razón principal (además del Covid, claro) por la que, según los voceros económicos del Gobierno, se ha dilatado la salida de la crisis.

Con la misión del FMI recién retirada del país, Conclusión diálogo con el sociólogo francés (radicado en el continente y luego en el país desde inicios de siglo) Alexandre Roig, quien analizó los márgenes finos entre los que se mueve el oficialismo, en lo que quizás también se presente como la oportunidad de tomar decisiones frente  dilemas que desde hace tiempo se eluden y va siendo hora de encarar en Argentina, como qué hacer con su moneda y cómo pararse ante la batalla geopolítica del siglo XXI, que es por los puestos de trabajo.

– ¿Cómo está evaluando la negociación con el Fondo y los últimos gestos del Gobierno, en especial del ministro Guzmán, quien ya con la misión aquí dio algunas señales de austeridad en términos fiscales?

– La negociación seguramente se estire un poco más de lo que estaba previsto y el acuerdo llegue por ahí en febrero, viendo los cambios políticos demorados en EE.UU.; implican un diálogo con el Tesoro americano, así que calculo que seguiremos hablando del acuerdo con el FMI un rato más. A su vez, claramente estamos en un contexto de restricción fiscal muy fuerte y yo creo que hay que poder distinguir entre la restricción y el condicionamiento. Tenemos la restricción heredada del gobierno anterior, con un país endeudado (sobreendeudado históricamente) y se necesitan varias estrategias para hacer frente a esa situación. Una es encontrar una forma de pagar sin ahogar la economía. Eso es una restricción y una condición que se impone al gobierno, otra cosa son las condicionalidades. La restricción es fuerte y lo vemos en la capacidad de gasto del gobierno, pero el gran punto es cómo vamos a poder negociar las condicionalidades. Hay una diferencia entre encontrar equilibrios fiscales desde la recaudación o desde la disminución del gasto. El desequilibrio fiscal no es tan grande como se dice, por lo menos en mi opinión, sino que la restricción es grande, porque finalmente si querés acceder a algunos mecanismos financieros internacionales, tenés que acordar con el Fondo. Podríamos perfectamente vivir -como proponía Aldo Ferrer- de lo nuestro y desconectarnos de la economía internacional, es un camino arduo y la gran pregunta -es una pregunta política más que económica- es si la sociedad acompañaría esa decisión. Yo creo que la hipótesis del gobierno es que la sociedad no acompañaría una decisión de aislamiento, y que por ende hay que acordar con los actores financieros internacionales, eso implica acordar con el FMI y asumir una restricción. Un buen acuerdo será un acuerdo con pocas condiciones.

– Esos hablando del margen económico… ¿y el margen político para aceptar o aplicar esas “condicionalidades”? ¿Qué pasa en el Frente de Todos, donde algunas de sus partes necesitan salir a mostrarse incómodas con esa “necesidad” de la gestión?

– Una señal fue que salió en Diputados la ley por el impuesto a las grandes fortunas, porque finalmente ese es uno de los caminos posibles para no pensar la restricción desde el ajuste fiscal, sino desde el aumento en la recaudación. Entiendo que también es el camino que quiere establecer Guzmán, porque la realidad de la economía argentina es de un salario (mínimo) a 100 dólares por mes, un PBI por habitante de seis mil dólares promedio. Hay una realidad económica que tiene que ver con cierto tamaño de la riqueza. ¿Y cuál es la riqueza de un país? Básicamente, su capacidad productiva. ¿Y la base de su capacidad productiva? Su fuerza de trabajo. Entonces cuando uno dice que hay seis mil dólares per cápita de riqueza, cuando estábamos en quince mil dólares per cápita antes del inicio del macrismo, lo que estamos diciendo es que básicamente se destruyó la riqueza de este país, destruyendo el valor de los salarios. Ahí hay un camino fundamental, que es mejor redistribución fiscal pero sobre todo recuperación del salario. Entender que la riqueza está en el trabajo y no en las grandes fortunas.

– ¿Y ve que hoy haya un rumbo trazado que apunte a una ponderación de lo productivo por sobre lo financiero?

– Creo que es la voluntad del presidente. Estoy seguro que es la voluntad del ministro de Economía. El gran problema que tenemos ahí, es que la sociedad tiene que volver a convencerse de que la riqueza está en el trabajo, insisto con esa idea. Si no terminamos teniendo un debate sobre si le ponemos un impuesto a las grandes fortunas o no, con el temor de que se vayan del país o que no inviertan. En este punto le diría, a quienes no están convencidos, que ya no hay muchas alternativas. Por el nivel de hartazgo que hay en la población argentina y en las poblaciones mundiales, hay que estar mucho más atentos a eso que al sector que defiende opciones más neoliberales. Hasta ahora todos los gobiernos que han tenido elecciones desde el inicio de la pandemia han perdido, se están multiplicando los que pierden a medio término y que no renuevan mandato, es una señal fuerte. No hay mucho margen para tener otra política que no sea reactivar el país desde el trabajo y la producción, les guste o no a los especuladores. Es eso o un conflicto social.

– En  las últimas semanas se ha hablado del “problema” de la economía “bimonetaria”. ¿No hay forma de lograr que esos dólares que ya están en Argentina, en vez de un problema cambiario o financiero se transformen en una solución, básicamente que sean invertidos?

– El problema está ahí, reconocido por varios actores, no solamente por Cristina (NdeR: Fernández de Kirchner, vicepresidenta). Federico Pinedo relanzó mediáticamente un proyecto que había presentado en sus últimos días como presidente del Senado, donde decía que había que hacer otra moneda, una especie de convertibilidad, con una canasta de monedas. El problema monetario está sobre la mesa, puesto por las distintas fuerzas políticas. Ahora el punto es que la moneda representa justamente la riqueza, la forma en la cual damos valores a las cosas. Puedes hacer reglas que favorecen un tipo de riqueza u otro. Tenemos que cambiar las reglas monetarias, a favor de los trabajadores. La moneda que tenemos hoy en día es una moneda de pago, que favorece la agroexportación y gran parte del negocio financiero, entre otras cosas, porque efectivamente está muy atada al dólar. El tema, y ahí hay varios debates, es cómo se hace para valorizar una moneda nacional.

– ¿Cómo se hace?

– Hay algunos que piensan que eso pasa por el consumo, es decir hacer una moneda que favorezca el consumo. Nosotros pensamos que hay que hacer una moneda que favorezca el trabajo, la producción y el ahorro; el consumo viene después. Eso es muy importante, porque muchos argentinos y argentinas tienen ahorros en dólares, no porque se guíen por una lógica imperialista ni sean traidores ni nada por el estilo, sino porque es la única herramienta que tienen a disposición para poder proyectarse en el futuro. Entonces una de las cosas que tengo que hacer, es proponer herramientas que nos permitan proyectarnos desde lo monetario. Esto es una forma de salir del abismo del bimonetarismo y entrar en una moneda que esté acorde con los deseos de la clase trabajadora, porque el ahorro es un gran deseo de la clase trabajadora y me parece que a veces la clase política se concentra solamente en la dicotomía entre consumo o finanzas. Una derecha que piensa que lo único que vale es la especulación y un progresismo que piensa que lo único que vale es el consumo. Yo creo que hay una tercera posición, donde vale la producción y el ahorro y que gran parte del deseo de los que tienen los argentinos pasa por ahí. Finalmente, cuál es el sujeto que ponemos en el centro de la economía, es también quién ponemos en el centro de la política. Si vos pones en el centro al consumidor, ya hemos tenido la experiencia de cómo funciona políticamente, termina defendiendo intereses muy particulares, nos pasó en Brasil, es clave que cambiemos el eje de la política monetaria, para cambiar el eje del sujeto político y transformar el país.

– Por último y para terminar con algo menos agobiante… ¿por qué decidió hace años radicarse en Argentina?

– La vida universitaria es única. Es uno de los últimos sistemas universitarios de gratuidad y de inclusión masiva que hay, donde aparte hay una avidez intelectual entre los estudiantes que es fabulosa; eso para mi oficio es clave. Y lo segundo es el peronismo, porque sigue siendo el portador de un proyecto de transformación radical de la sociedad y tampoco hay muchos lugares en el mundo donde siga habiendo una ideología política que no baja los brazos. Entonces entre la vida política y la vida universitaria argentina, para mí es un lugar bendito.