La situación de crisis, a raíz de la pandemia, ha vuelto a poner en discusión a los sectores laborales y la preponderancia de aquellos que pertenecen a los ámbitos de trabajo, en donde algunas actividades cobraron el protagonismo de ser «esenciales» en medio de las condiciones que presenta el Covid-19.

En referencia a esta temática, a partir de su disertación virtual en el ciclo de Formación Sindical organizado por la Asociación Empleados de Comercio de Rosario y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la provincia de Santa Fe, el ex ministro de Trabajo de la Nación, Carlos Tomada, en el cual también participó el sociólogo, Alexandre Roig, dejó algunos conceptos que, a su punto de ver, deja este escenario de pandemia.

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Para Tomada, «estamos atravesando un momento en el que Argentina enfrenta por lo menos tres crisis: una crisis social que se mide en términos de pobreza, exclusión, pérdida de puestos de trabajo, caída de salario, con algunos problemas estructurales», que para el hoy diplomático vienen desde los «últimos cuatro años del gobierno de Macri«.

«También, tenemos la crisis de la deuda que compromete y comprometía nuestro futuro. La vida cotidiana de todos nosotros está comprometida con la deuda que contrajeron quienes nos gobernaron durante cuatro años. Y luego, la crisis sanitaria, inesperada, que no estaba en los libros, para la cual no hay manuales ni capítulos ni tomos para resolver, es cuestión de encararla», agregó el actual embajador argentino en México.

Según sostuvo, el gobierno nacional lleva adelante la «decisión política más importante, que ha sido apostar por la vida y subordinar todo en función de defender la vida y evitar la muerte, y no es poco, y lo ha hecho en este escenario de crisis social y de deudas, sin abandonar el tratamiento de esos temas y tratando de sostener por lo menos que no se agravará más aún, tanto la crisis social como la crisis de la deuda», lo que para Tomada «no es fácil y no ha sido fácil, ni será fácil«, por lo que «no participo de lo optimismos infundados«.

El ex ministro hizo hincapié en el hecho de que «millones de hombres y mujeres han salido a la calle a trabajar poniendo el cuerpo y se los ha llegado a llamar trabajadores esenciales», a diferencia del gobierno anterior, que utilizó «una terminología omnipresente, sobre todo en el sector empresario y en la derecha, que era hablar de recursos humanos a quienes hoy son trabajadores esenciales«.

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En ese sentido, Tomada reflexionó: «Cuando se habla de nueva normalidad, a mí no me gusta mucho, porque si la nueva normalidad es volver a un país donde trabajadores hoy llamados esenciales, como son los trabajadores del cuidado, del transporte, los agrarios, las cajeras de supermercados, los trabajadores de la distribución, en realidad en aquella normalidad eran ninguneados. Sus trabajos eran desvalorizados y mal pagos. La verdad que a esa normalidad no quiero volver».

Y agregó que en ese momento, «parecía que lo único importante eran las cuestiones financieras, porque eran el todo si se caía algo de las finanzas, se paraba el mundo». «No, me parece que en realidad los que ya podemos ir sacando en consecuencia, con la Nación dando a un aprendizaje de esta pandemia, es que lo imprescindible es el trabajo, los imprescindibles han sido los trabajadores. Cuando no hay trabajo todo se derrumba, no hay más consumo, no hay mas vida«, puntualizó.

El escenario de pandemia, para quien estuvo al frente de la cartera laboral por más de una década, es similar al que se vivió en «las dos guerras mundiales, dónde fue tal el aporte de las mujeres que, a posteriori, ningún país del mundo se animó a negarles el voto», y donde actualmente «podemos utilizar esa metáfora para preguntarse cómo se va a compensar el esfuerzo que han hecho y que vienen haciendo los trabajadores, como hacemos para reconocer esa contribución«.

El representante de Argentina en México, recordó la crisis mundial de 2008, a partir de la cual, en reuniones del G-20, se decidió sostener al sector financiero y bancario. Mencionó que «millones de trabajadores perdieron su trabajo«, por lo cual, hoy en día «eso hay que evitarlo siguiendo esta idea de que hay que dar una respuesta a los trabajadores» ya que «en general, las reglas del mundo del trabajo la fijan los inversores de capital«.

«Los trabajadores tienen que participar en el establecimiento de las reglas básicas» dijo Tomada. Y apuntó a reflexionar «sobre la necesidad de entender a la empresa como un ámbito de intereses comunes, donde están los que invierten capital y los que invierten trabajo».

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De este modo, las instituciones que representan a los sectores del trabajo vuelven a ser protagonistas en base a los hechos actuales. «Los sindicatos han crecido, han recuperado protagonismo, han mejorado su afiliación, pero no hemos penetrado lo suficiente con la democracia al interior de las empresas«, por lo que es imprescindible comprender que «esto no va a ocurrir por generación espontánea, ni es fácil que lo entiendan y comprendan los sectores dominantes, de la misma forma que la redistribución de ingreso».

Por último, consideró que este debate va a generar tensiones, ya que «las instituciones laborales, las organizaciones sindicales, las regulaciones laborales son obstáculos, son palos en la rueda para el crecimiento económico» para los sectores financieros, pero a diferencia de esto, «las instituciones del trabajo, las organizaciones sindicales se abren a la participación, las regulaciones se adaptan a los tiempos y garantizan derechos».

La centralidad del trabajo en la pandemia

A su turno, el sociólogo e investigador del Conicet, Alexandre Roig, acompañó la visión de ex ministro de Trabajo Tomada y acentuó el análisis en el hecho de que en la pandemia «se visibilizó, para aquellos que todavía no lo veían, la centralidad del trabajo dentro del capitalismo contemporáneo«, el cual se encuentra «en manos del capital financiero».

El profesor de la Universidad de San Martín (Unsam), contó que desde la década del ´70 el capital financiero intenta «disimular el conflicto con el trabajo y creo que hoy en día es una estrategia que aparece totalmente evidente«, y esto se nota en que «no hay un solo país que haya mantenido tasas de crecimiento positivas gracias a las finanzas«, sino que dependen de la capacidad productiva de los trabajadores.

Para Roig, este presente «requiere efectivamente una agenda en la cual es necesario conectar esas dos cuestiones que han sido desconectadas, es decir, el conflicto del trabajo con el capital financiero y el conflicto del trabajo con el capital que gobierna el capitalismo».

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«La heterogeneidad estructural del mundo del trabajo se rige según relaciones sociales específicas y es importante entenderlo para poder transformarlas y dotarlas de derechos«, argumentó el sociólogo, debido a que esto «no pasa solamente por las categorías socio profesionales, sino también por la inscripción en las relaciones fiscales, o sea el tipo de impuestos que se pagan por la inscripción en las relaciones financieras».

Y añadió que pensar a la clase trabajadora, indefectiblemente, «implica pensar su heterogeneidad y a su vez pensar la complejidad de la inscripción de los trabajadores en relaciones sociales de dominio que no son solamente de relaciones laborales y eso requiere un conflicto entre capital de trabajo y el capital financiero», que a su vez, este dilema enfrenta a «todas las relaciones sociales que hacen a las condiciones de los trabajadores».

En relación al ejemplo relativo a la crisis económica de 2008, el académico recordó que «varios veían ya en el ocaso o el fin del capitalismo financiero», pero que por el contrario se produjo su «profundización» en donde «los acreedores financieros» hoy en día «están muy fuertes y lo hemos visto en la negociación de Argentina con con los acreedores privados», donde se logró «ganar tiempo, un buen acuerdo, pasar a una tasa de interés del 7% al 3%, pero finalmente no hubo grandes quitas sobre el capital» lo cual demostró la «fuerza de los acreedores a nivel internacional».

El poder financiero no ha disminuido su poder, y esto se nota en la «renacionalización en los países centrales de los dispositivos productivos, donde vemos grandes industrias automotrices, por ejemplo, en Europa, que ya repatriaron capital a nivel nacional, con lo cual esa división internacional del trabajo complica todavía más a los países periféricos que llegan a ser dependientes productivamente de los países centrales».

En esa lína, Roig se mostró optimista y habló de un modelo de producción y trabajo: «Es fundamental para la clase trabajadora reivindicar, defender y proponer desde la clase trabajadora, un modelo de desarrollo centrado en la producción y en el trabajo, lo que significa retomar el poder de compra, disputar la distribución de la riqueza y la redistribución de esta en función de la producción, en primer lugar, y no solamente del consumo».

Por lo que, según el investigador del Conicet, «me parece que tenemos que darnos un debate dentro de nuestras propias fuerzas políticas para no equivocarnos en el sendero que vamos a tomar» y poder «pensar el conjunto de relación social en la cual están inscriptos los trabajadores y qué tipo de modelo productivo creemos que deberíamos promover«.

El sociólogo concluyó: «Si asumimos la hipótesis de que el poder financiero va a ser cada vez más fuerte, necesitamos que efectivamente un sector productivo y que la clase trabajadora y el Estado trabajen mancomunadamente y eso nos lleva a pensar en término político, la necesidad de construir un bloque productivo laboral con fuerte articulación del Estado, que no es lo mismo que pensar una relación entre Estado y consumidor».