En materia económica, la enseñanza que dejó el año 2018 bien podría amoldarse a una máxima de Nicolás Maquiavelo: “actuar ateniéndose a la realidad de las cosas, y no a su estado imaginario”.

Las proyecciones para la economía argentina del gobierno, así como las de la mayoría de los analistas privados que circulan por medios de comunicación, vistas “con el diario del lunes” parecen casi risueñas, propias de material ficcional, sino fuera porque son en realidad trágicas en tanto afecta(ro)n a la sociedad.

A continuación, quince «hitos» salientes de un año magro para el país en materia económica, con todas sus derivaciones:

  • Si se permite una salvedad calendaria, el comienzo del año económico puede fecharse tres días antes de que finalice el 2017, cuando se sentaron en conferencia el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y los entonces ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y Finanzas, Luis Caputo, para someter al cuarto expositor, Federico Sturzenegger, quien en ese momento ostentaba la presidencia del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y quedaría virtualmente desautorizado con el anuncio del cambio de metas de inflación que “obsesivamente” perseguía su administración monetaria.

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  • Ya sea porque “la vio venir” o porque contó con lo que se considera “información privilegiada” por sus contactos en Wall Street, quien comenzó el año siendo Ministro de Finanzas, Luis Caputo, adelantó el grueso de la deuda que pensaba tomar el gobierno durante todo el año en las primeras semanas.

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  • En enero la Reserva Federal de Estados Unidos (equivalente a nuestro Banco Central) decidió comenzar a subir la tasa de interés para fortalecer el dólar, lo que provocó un inmediato encarecimiento de la deuda argentina (y de todos los emergentes) ya que hizo que muchos inversionistas tomarán nota de que iba a seguir subiendo y comenzarán a migrar sus carteras hacia la divisa norteamericana.

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  • Para Febrero, las proyecciones del gobierno y gran parte de los analistas parecían ya empezar a nublarse y no pocos advertían sobre, por ejemplo, la insustentabilidad de las cuentas nacionales, expresadas en el enorme déficit de cuenta corriente (exportaciones menos importaciones) que marcó ese mes trece mediciones consecutivas negativas.

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  • Para colmo de males, el clima terminó de hundir un gobierno que ante cada conflicto e incertidumbre económica actuó casi como si quisiera empeorar la situación. Para marzo productores ya anunciaban que la sequía era “la peor en 50 años” y daban casi por perdida la cosecha. Es decir que la principal fuente de dólares genuinos de la economía aportaría escasas divisas.

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  • Hacia fines de abril, con todas estas y otras variables tenidas en cuenta, “el mercado” empezó a darle su mensaje al gobierno, con una corrida cambiaria brutal que sería constante durante varios días y duraría, con altibajos, hasta octubre. La sangría de divisas fue salvaje. Se cobró dos presidentes del Banco Central, y significó la salida de más de 25 mil millones de dólares, ofrecidos al mercado para contener el tipo de cambio, sin éxito.

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  • A los apurones, grogui, más por la inercia de intentar calmar a grandes agentes financieros que a una población que se angustiaba con la escalada del dólar que parecía no tener techo, Macri anunciaba a principios de junio que pediría un salvataje al Fondo Monetario Internacional.

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  • La negociación del acuerdo stand by la llevaron adelante el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y Federico Sturzenegger, titular del Banco Central a quien le pidieron la renuncia pocos días después. Asumió en su lugar, Luis Caputo, hasta entonces ministro de (y considerado por pares del gabinete como “el messi” de las) Finanzas.

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  • Tras unos días de aparente y tensa calma, atribuidas a un supuesto “respaldo” del mercado a un hombre propio, mesadinerista con experiencia en Wall Street, como Caputo, las “turbulencias” cambiarias continuaron.

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  • En una decisión que terminó por ser ridícula, Macri grabó un video en el que aseguraba una negociación ya encaminada con el FMI para “adelantar los fondos necesarios” para calmar la corrida. En el organismo internacional se enteraron en ese momento y no tomaron bien la noticia, que desmintieron pese a que aceptaron negociar después. Ese día el dólar tocó los $40.

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  • Tres meses después de asumir, y tras quemar otros 14 mil millones de dólares para contener el tipo de cambio que igual llegó a cifras temerarias, Caputo se fue. 

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  • El nuevo acuerdo con el FMI, luego del fracaso del primer plan, llegó con más exigencias fiscales y un monitoreo prácticamente total de las cuentas nacionales por parte del organismo. Al frente del BCRA quedó quien hasta entonces era el segundo de Dujovne en Hacienda, Guido Sandleris, y anunció un nuevo plan monetario, basado en bandas cambiarias, cero emisión y una tasa de interés altísima, en torno al 70%, todo coordinado con el FMI.

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  • Obsesionados con conseguir “paz cambiaria” después de meses de electroshock en los mercados, el nuevo plan monetario pareció calmar las aguas, con una tasa lapidaria para la industria local. El gobierno asimiló esta situación y comenzaron a aparecer en el discurso oficial palabras como “recesión” o el advenimiento de “meses duros”. Es decir, que todavía ni siquiera había empezado lo peor.

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  • Con este escenario llegó el momento de enviar al Congreso el proyecto de Presupuesto 2019, que tras intensas negociaciones con gobernadores y legisladores opositores, en especial del “PJ racional” pudo aprobarse a pesar de incluir un severísimo ajuste.

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  • Mirando de reojo el “clima social”, el oficialismo llegó al G20, que le dio tres días de respiro, casi propios de una vida o un país ajeno, y en medio de una Buenos Aires sitiada por fuerzas federales para custodiar el arribo de los principales líderes globales. Tras la cumbre, plagada de reuniones y hasta la emoción seguida del llanto presidencial en el Teatro Colón, el macrismo retomó algo de impulso tras un año realmente magro.

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No obstante, 2018 se cierra plagado de dudas para el gobierno que conduce Mauricio Macri. El riesgo país supera los 800 puntos, récord en su gestión, los anuncios de fuertes aumentos en servicios públicos golpearon a la clase media en los últimos días del año y vuelven las dudas sobre la sustentabilidad de la deuda argentina, así como la viabilidad de una reelección si la recesión dura más de lo esperado.

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El clima social, siempre “caliente” en diciembre, captó la atención gubernamental, y a través del ministerio de Desarrollo Social de Carolina Stanley, reforzó la asistencia social vía AUH y otros planes para evitar la explosión. Fue un diciembre con una tensa, atípica, pero cierta calma.

A pesar de esto, todo indica que el 2019 empezará con un verano caliente, donde probablemente (y como suele o debe ser) el calendario electoral se impondrá y la política primará  por sobre la economía.